¡Qué alegría veros aquí!

Bienvenidos al blog del libro de Marta. En este espacio queremos informaros de todo lo que gira alrededor de este libro tan especial para nosotros. Para que podáis vivirlo tan de cerca como nosotros. También para resolver las dudas que os hayan surgido acerca de él.

Ante todo queremos agradecer la colaboración de todas las personas que lo han hecho posible, compartiendo sus cartas y, con ellas, parte de su intimidad.


Otoño

El tiempo pasa muy rápido, ha llegado el otoño y Marta nos sigue acompañando a todos los que antes o después entramos en su vida. Por la propia naturaleza del blog, lo actualizamos con escasa frecuencia, pero no por ello estamos menos pendientes de él y de vuestras aportaciones que hace unos meses. Por eso, a poco que escarbamos en internet descubrimos a nuevas otras personas en las que Marta sigue dejando su huella gracias al libro y queremos dejar constancia de ellas. Linkara, Rosa Marrero, Acróbatas, Amigos de Serralbo, Francisco Pérez Andrés y Alevín -este último recomienda la lectura del libro en un foro-, nos reconfortan y confirman que Marta vino al mundo para hacerlo mejor. Muchas gracias a todos por vuestro apoyo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que es verdad María que el tiempo pasa muy rápido, pero eso no hace que nos olvidemos de Marta y su maravilloso libro.

El otoño era una de las estaciones favoritas de tu hermana sobre todo el de Madrid y cuando doy una vuelta por el centro y recorro los mismos lugares que ella no puedo evitar tenerla en mi pensamiento.

Un abrazo
Ana

José Luis dijo...

En junio terminé de leer "Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla". Me lo habían regalado una semana antes, por mi cumpleaños, y he de reconocer que hasta ese momento no sabía nada de él. Tiempo después, buceando por Internet, encontré este blog. Me ha costado decidirme, pero he pensado que quizá os interesaría conocer las reflexiones que apunté en mi diario a raíz de la lectura del libro de Marta:

Hace una semana acabé de leer Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla. Todavía hoy sigo impactado. Emocionado hasta el tuétano. Por la sensibilidad que late como un pequeño corazoncito en cada una de las cartas de este documento excepcional. Leerlas ha supuesto una experiencia estimulante y conmovedora. La vitalidad infatigable con que su protagonista, Marta Pérez Martín, afrontó cada minuto de su existencia, se ha grabado en mí profundamente, y ahora, al evocar su recuerdo, una semana después de terminado el libro, ella misma se presenta a mi memoria como una amiga a la que conociera desde la infancia.
La limpidez de la escritura de Marta recorre Una piedra roja... con un resultado estético sorprendente. Allá donde otros escritores llamados profesionales se empeñan en alcanzar nuestras emociones a través de la técnica, Marta consigue tocar nuestros sentimientos al margen de artificios y aparentemente sin esfuerzo. La pasión con que describe sus viajes, el cariño que prodiga a sus amigos, la música, los amores que entran y salen de su vida, su perrita Cora, los paseos por Madrid en otoño, las hermosas cartas que dedica a Manuel, su pareja, cuando los planes para una vida en común se amontonaban a los pies de ambos como un pequeño tesoro, lucen ante nosotros plenos de viveza y color. “Muchos nos perdemos las pequeñas alegrías de la vida mientras buscamos la gran felicidad”, dijo alguien una vez. Si algo queda claro al leer Una piedra roja..., es que Marta no debió de tener este problema.
Pero si uno ha oído hablar de este libro por fuerza ha de conocer el trágico desenlace que esconden sus páginas. La vida de Marta, prematuramente consumida por un cáncer, quedó truncada cuando ella apenas contaba treinta y dos años de edad. Leer, con este conocimiento en mente, la carta en la que la protagonista cuenta a sus amigos su visita a urgencias por culpa de un dolor de estómago que no la deja dormir, nos encoge el ánimo como el timbrazo de un teléfono que rompe a sonar de madrugada. Es el punto de inflexión del libro; el lugar donde, de alguna forma, queda escenificada la ruptura del idilio que Marta y la vida habían mantenido hasta este momento. A partir de aquí, el tono optimista y vital que había marcado el ritmo dejará paso a la última parte, la de su lucha contra la enfermedad. La lectura resulta sobrecogedora. A estas alturas del libro, nos encontramos tan implicados en la suerte de Marta que vivimos como propias su congoja e inquietud. Nos admiramos, a la vez, de su coraje sin fisuras, de su sentido del humor incombustible, de la presencia de ánimo con que afronta su nueva condición de enferma. Marta escribe sin descanso, y cuando la quimioterapia la deja demasiado débil para ello, dicta las cartas a su hermana. En ellas nos habla de sus ganas de salir adelante, de la dura prueba por la que atraviesa y de la que habrá de nacer una persona nueva y mejor. La fuerza que despliega es arrolladora, y por momentos incluso llegamos a creer que todo terminará bien, que volveremos a encontrarnos con una carta al más puro estilo de Marta, un correo explosivo, como los que nos hemos acostumbrado a leer en la primera parte del libro, encabezado con un: “Hooooooolaaaaaa, Marta vuelveeee” o algo así. Lamentablemente, el deterioro físico de Marta ya no se detendrá hasta el final.
Las últimas páginas de Una piedra roja... son de una lucidez y de una dignidad que aturden. Lo injusto de su situación no podía escapársele a la protagonista, como no se nos escapa a nosotros, sus lectores, que al comienzo del libro disfrutamos del desparpajo de sus primeras cartas infantiles y ahora asistimos helados a la prosa serena de su despedida. La vida de Marta se apaga. Pese a todo, no hay rastro de amargura en su voz.
Mi madre falleció de cáncer. La enfermedad también la arrancó de mi lado demasiado pronto: entre el diagnóstico del mal que habría de consumirla y su muerte apenas transcurrieron siete meses. Un tiempo amargo y lleno de incertidumbres, pero sobre todo breve. Que alguien, en lo mejor de la vida, pueda extinguirse así, de repente, por culpa de un puñado de células que se han vuelto locas, no resulta fácil de entender. Quizá sea ésta una de las razones por las que me he sentido tan cerca de la familia y los amigos de Marta mientras leía su libro.



Y por eso ahora me atrevo a enviaros un abrazo. Un abrazo y mi agradecimiento por vuestra espléndida iniciativa de compartir con nosotros el recuerdo de una persona excepcional. Si es cierto que alguien sigue viviendo en el recuerdo de quienes le conocieron, entonces Marta Pérez Martín está hoy más viva que nunca. En la memoria de miles de lectores como yo.

Océano Mar dijo...

Es cierto que el tiempo pasa rápido... Marta, indirectamente, protagonizó mi último viaje de Madrid a Euskadi el pasado domingo. Al llegar, el texto del blog me salió solo.
Se lo he dedicado.

Anónimo dijo...

Creo que fue en el verano del 93 cuando conoci a Marta. En Llanes, en Asturias, de donde yo soy.
La conoci a traves de unos amigos de amigos de Universidad; de Universidad de Salamanca.

Alguien me vino a visitar con ella al Restaurante La Marina (donde me cocine durante 14 horas diarias y durante dos meses ese verano). Tan solo tenia un par de horas para descansar y comer. Y gracias a mis amigos algunas de esas horas me las pase hablando con Marta. En aquel momento yo estaba leyendo Ana Karenina (Tolstoy) que junto con Marta hicieron de ese verano algo muy especial.

Marta era una guapa persona destinada a quedarse en nuestra memoria para siempre. Todo el mundo ya sabe a esta altura lo sensible, observadora e inteligente que era. Yo no me he leido su libro todabia y dudo si deberia. Marta fue...ES ese verano en Llanes.

Para mi Marta son esos ojos mirandome al yo no poder callarme por querer compartir con ella tantas cosas: como la logica del dolor de ausencia, o el espacio de lo grande y guapa que es Asturias, o ese "no filosofico" sabor del fresco verde cesped que compartimos en nuestros breves paseos por Llanes, o ese olor a mar, o el imposible intento de acallarle al romper contra las rocas para justamente silenciarme.

Marta era la chica que llego muy pronto a mi vida y se fue aun mas deprisa. Tan rapido que se fue sin yo poder decirle adios.

Tal vez estaba asi escrito.

Que todos nos acordemos de su grandeza! En las memorias... y en su no-ausencia.

Londres 27 Diciembre 2007

A.Elcid dijo...

Acabo de terminar el libro y aún estoy temblando.
Es una emoción distinta, serena ...

Gracias, muchas gracias José María por habernos dado a conocer a Marta, permitiendo que entre, para siempre, en nuestras vidas.

* Esta foto...

...es de un sitio maravilloso entre los acantilados del mar Cantábrico y las montañas de Asturias, que tanto quería Marta. Pintamos tres piedras con los colores rojo, azul y amarillo, y las dejamos allí la mañana en la que esparcimos sus cenizas.

La idea del libro

La idea del libro, indirectamente, fue de Marta. Ella comenzó a dictar, en el hospital, lo que iba a ser una novela más o menos autobiografica. Solo le dio tiempo a dictar el principio a su madre, y el final, a su novio. El resto lo dejó incompleto... o eso pensamos al principio, hasta que después de que surgiera la idea de juntar sus cartas, emails y sus diarios nos diéramos cuenta que ya había narrado poco a poco, la totalidad de su vida. Al principio sólo queríamos editar unos cuantos ejemplares para la familia y amigos, para poder conservar su memoria y así recordarla en toda su esencia. Lo que en ningún momento se nos pasó por la cabeza fue que nos íbamos a encontrar un libro que teníamos que compartir. Y éste es el resultado.

El porqué del título del libro

“Una piedra roja, una piedra azul, una piedra amarilla” es la frase con la que Marta había pensado terminar un relato sobre su vida. Estas palabras tienen sentido a través de una anécdota que su amiga Jara nos contó algún tiempo después de que Marta nos dejara. En unas vacaciones que compartieron en la playa de Lagos (Bueu), se divertían observando las figuras que las piedrecillas de colores formaban al adherirse a su piel. Para Marta esto era una metáfora de cuánto nos puede hacer disfrutar algo tan sencillo, que como tantas otras cosas en la vida, pasan fácilmente inadvertidas. Esto es lo que, en definitiva, intenta transmitir el libro: una oda a las pequeñas cosas.

(la foto es de las sandalias de Marta en la playa de Lagos)

Las palabras de:

JOSÉ SARAMAGO

Estas páginas son un retrato moral. Publicarlas es el mejor homenaje que se le puede rendir a ese ser humano realmente excepcional, realmente extraordinario, que se llama Marta Pérez Martín. A alguien que ha callado para siempre, este libro le ha restituido la voz, y no solo la voz, también una otra forma de presencia, una memoria activa, casi una respiración. La mujer que escribió estas cartas no era una persona común. No llegué a conocerla en vida, la conozco ahora. Sé que volveré a leer lo que Marta escribió durante su enfermedad: pocas son las veces que nos encontramos ante un ejemplo tan cabal de valentía y de dignidad.

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Marta vivió con prisa para vivir mucho y ardió en una llama que sigue iluminándonos. Entre miedos y audacias avanzó sonriendo imperturbable, conquistando altas cumbres y afectos verdaderos. Siguió sonriendo mientras el dios de sus amadas montañas se la llevaba más allá de las cumbres.

ANDRÉS TRAPIELLO

Decía Cervantes: “lo que se sabe sentir, se sabe decir”, y sentido y vivido está este libro como pocos. Todo su misterio es la naturalidad con que está escrito. Su naturalidad y su fe en la vida. O sea, su hondísima alegría.

ALFREDO CONDE

Ayer por la noche comencé a leer el Diario de Marta y conmocionado por su lectura dormí soñando con él. El texto descubre a un ser humano excepcional. Por los valores que transmite, entre ellos el literario, debéis editarlo, debéis editarlo para más gente que para vosotros.